Ida y vuelta

martes, diciembre 13, 2005

Gente civilizada

Esta mañana hacía un frío del carajo. Frío seco y viento, el mortal enemigo de las orejas desprotegidas. Ante una situación tal, lo único que quieres es recogerte en la soporífera pero irresistible calefacción del autobús (Dios, no sé cómo no repetirme tanto con esta palabra) y dejar que tus gafas se empañen mientras encuentras un asiento donde acurrucarte. Pero coño, el bus de hoy tardaba.

Pero por fin, éste llegó, no sé si a su hora (tras más de cinco años cogiéndolos, todavía no sé muy bien cuál es su horario), pero eso ya no importaba. Sin embargo, no abrió la puerta. La ordenada fila comenzó a tomar una forma circular, y entonces pude acercarme y ver lo que pasaba: el condcutor, el autobusero, estaba hablando por el móvil. Uno de los habituales en mis viajes, cuya profesionalidad parecía estar fuera de toda regla, hablando por el móvil y con la puerta cerrada. Tan sorprendidos y congelados que estábamos que sólo se alzaban tímidas voces de incomprensión. Una mujer se reía y dijo: "definitivamente, hoy voy a llegar tarde al trabajo".

Los segundos (minutos, horas) pasaron, hasta que por fin, el autobusero se levantó, abrió la puerta y dijo a todo el mundo que se bajara del vehículo. Cojones, más gente a la cola. Acto seguido, cerró otra vez las puertas y se fue, seguramente a talleres.

Confiados en que otro coche llegaría a rescatarnos de nuestro stand-by involutario, esperamos segundos, minutos. Pasó un bus, pero estaba fuera de servicio, se largó. Entre la gente que estábamos esperando, la que se bajó del averiado y la que se unía conforme pasaba el tiempo, era difícil que algún transeúnte pudiera atravesar la acera. Al rato llegó por fin el ansiado rescate. ¿Rescate? Simplemente el siguiente en horario, con sus pasajeros sentados, dispuesto a ocuparse de las decenas de personas que se acumulaban en la parada. Obviamente, bastante gente se tuvo que quedar fuera. Los que entramos, casi todos de pie, nos colocamos lo más atrás posible para que cupiera la mayor cantidad de personas posible.

Lo curioso es que en ningún momento se formó una turba indignada exigiendo cabezas a grito pelado, cuando tenía todas las papeletas para que así fuera.

5 Comments:

  • Buf, me ha dado una sensación de agobio mientras leía el post....
    En esa situacion me he encontrado yo muchas veces, pero por separado:
    -Conductores hablando por el movil?? Pues sí, en el trayecto Mataró- Barcelona...5 minutos de autopista aguantando como el conductor le decía a su hijo que hiciera los deberes. Arghh, estuve por ponerme yo y soltarle cualquier burrería.
    - Ir en el bus como latas de sardinas...más de una vez si no he tenido escapatoria, pero me da tanta angustia que prefiero ir andando si puedo escapar de ser aplastada, jeje.

    By Anonymous Anónimo, at 7:09 p. m.  

  • ¡Ey! esto me recuerda a cómo un amigo mío se enfureció al ver cómo la gente no se indignaba en un tren que se hizo eterno, un par de horas más de la cuenta, entre Londres-Newcastle.
    Luego, aquí, ahí y allí, he visto de todos los casos: indignación sin venir a cuento, paciencia infinita que ralla la humillación, diálogo y discusiones razonadas, gente fuera de sí con razón... Y no logro encontrar una regla: ni la hora, ni las condiciones atmosféricas, ni el precio del billete, ni el país, ni el tener a mano una cabeza de turco asequible...

    Ah. Horrible que se empañen las gafas. El otro día tuve que dejar pasar a 3 personas delante en la panadería porque no podía ver qué pan de los de la estantería quería... :S

    By Blogger k., at 7:58 p. m.  

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    By Anonymous Anónimo, at 9:19 a. m.  

  • By Anonymous Anónimo, at 9:20 a. m.  

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