Ida y vuelta

sábado, julio 22, 2006

Sutil comunicación

La ventaja de colocarte en los asientos del centro, esos que miran hacia atrás, es que puedes mirar las caras de los demás de una manera no forzada, y esto sirve tanto para cuando se te pone delante una chica preciosa en la que coincides en gustos musicales y literarios (o eso crees) como para observar una de las conductas más comunes dentro de estos vehículos: pedir al vecino que te deje salir.

Esto es: un hombre joven en el asiento de la ventana, que deja una bolsa a sus pies, y una mujer de mediana edad (agridulce eufemismo) en el del pasillo, con otra bolsa. Bolsas de plástico, las dos, blancas, de esas que te dan en el Mercadona, ya sabéis, compras algo y... ¡zas!, bolsa al canto.

El chico, como cualquier persona no ciega que se sienta en el lado de la ventana, entretiene el viaje mirando la rápida sucesión de edificios, árboles, otros coches... que le hace poner la típica cara bucólica que desde fuera parece reflejo de una reflexión sobre el paso del tiempo, etcétera. La mujer, como casi cualquiera que se sienta en el pasillo, pone una cara más terrenal, la única que se puede poner observando las coronillas del resto de viajeros.

Pero en esto que estamos llegando a la parada del hombre, que ya no mira por la ventana sino a puntos indefinidos dentro del bus, pasando de un estado de relajación a un cierto nerviosismo sutil pero claramente patente en su expresión facial y corporal: su pie empieza a temblar, su espalda está ligeramente separada del respaldo... Se agacha para coger la bolsa, un gesto intencionado hacia su compañera de asiento, que sigue igual que antes, no le presta atención. Pero he aquí el milagro de la comunicación: el tipo recoge la bolsa y antes de incorporarse hace un amago casi imperceptible de levantarse, girando su cabeza ligeramente hacia la mujer y murmurando algo inaudible, quizá no ha dicho nada, puede que sólo haya sido la expresión de la cara, la intención de decirlo. La mujer reacciona agachándose ligeramente a por la bolsa, le mira y abre los ojos y la boca mientras asiente: aquí también tenía que haber habido palabras que salieran de sus labios, pero sólo con ese gesto ya le ha dicho al hombre que ella también se baja en la misma parada. Ha sido una escena completamente silenciosa, excepto por el ruido de las bolsas de plástico, pero la armonía ha sido perfecta: los dos cuerpos se han vuelto a relajar hasta que el bus se ha parado, y organizadamente han salido, primero la mujer y luego el hombre, sin ser conscientes del milagro comunicativo que se ha producido y que ocurre cientos de veces al día, ideas e intenciones expresadas y puestas en común con una pequeña sutil gama de movimientos.

6 Comments:

  • Eso de mover la boca y no decir nada, si acaso algún ruidito... es un misterio, yo por lo menos nunca reparo en el momento, hasta que ya ha pasado, y entonces digo, ¿pero cómo lo ha hecho? o peor, ¿cómo lo he hecho?

    By Anonymous Anónimo, at 2:26 p. m.  

  • Eso puede ser fascinante o terrorífico. La comunicación sutil o lo insignificante que es que ni nos damos cuenta de lo que hacemos y por qué.

    By Blogger Blog, at 2:07 p. m.  

  • La comunicación no verbal en esas situaciones es muy efectiva. Todos saben lo que tienen que hacer, no hace falta decir nada.

    By Anonymous Anónimo, at 11:36 p. m.  

  • Menos mal que no hace falta hablar mucho, porque a ciertas horas del dia en un autobus o metro no apetece decir nada...

    By Anonymous Anónimo, at 12:48 a. m.  

  • Oye, has descrito por primera vez uno de los problemas que más me atosigan y que me quitan el sueño, En serio. Siempre que estoy llegando a mi parada y estoy sentado, justo dos paradas antes se me sienta alguien, y siempre va cargado con algo... y me da no sé qué decirle: ¿ Me dejas salir ? En serio, parece como si fuera el show de Truman. Una vez más has ejercido de voz pública marquitos

    By Anonymous Anónimo, at 12:52 a. m.  

  • :D

    By Anonymous Anónimo, at 6:26 p. m.  

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