No juzguéis si no queréis ser juzgados
Hay autobuses de la EMT que tienen el en centro dos asientos plegables y pegados al lateral, de manera que el que se asiente ahí queda mirando directamente a la puerta de salida... o a lo que se interpone entre el asiento y la puerta.
Al entrar en el bus me he fijado en dos cosas: la primera, un padre y un hijo sentados en los asientos del centro antes mencionados; la segunda, una chica de pelo castaño capaz de imprimir en mi cara de palo una sonrisa tonta para el resto del día. Me siento cerca del padre y el hijo para ver si hoy puedo sacar algo interesante que poner en esta bitácora urbana (o interurbana), dejando atrás a mi gran amor de hoy.
El padre y el hijo hablan, ríen, el hombre escucha lo que le cuenta el niño, y éste parece cansado. Dentro de unos minutos, el padre abrazará a su hijo, jugará con él y le dará un cariñoso beso en la mejilla. Pero antes una persona pulsa el botón de 'parada solicitada', se levanta de su sitio y se acerca a la puerta, preparada para salir a la calle nada más abrirse aquélla. Esa persona es la chica. La del pelo castaño y mi sonrisa tonta. Lucho conmigo mismo para seguir con mi cara de palo mientras ella espera justo frente a mí, a escasos centímetros (demasiado lejos, sin embargo). Con gran esfuerzo logro apartar mi mirada de su cara y su pelo castaño y la dirijo hacia el padre, que le está mirando el culo como si de la final de la Liga de Campeones se tratase. Debatiéndome entre él y mis sueños, consigo con esfuerzo fijarme lo suficiente como para constatar que ni siquiera pestañea. Clavados, sus ojos parecen intentar abarcar algo más grande que un simple trasero, como si quisieran buscar un significado oculto en la parte más abultada de un pantalón vaquero. El culo se baja del bus, dejando en el aire un halo de extraña nostalgia.
Ahora, minutos después, es cuando el padre abraza y besa al hijo. Es una escena bonita, tierna, da gusto ver algo así, distinto de las típicas caras de palo que uno se encuentra cada día. Quizá sea también bonito pensar que, a pesar de todo, a pesar de un trabajo alienante, unos vecinos antipáticos o unas cenas familiares largas y aburridas, la sangre corre por tus venas.
Al entrar en el bus me he fijado en dos cosas: la primera, un padre y un hijo sentados en los asientos del centro antes mencionados; la segunda, una chica de pelo castaño capaz de imprimir en mi cara de palo una sonrisa tonta para el resto del día. Me siento cerca del padre y el hijo para ver si hoy puedo sacar algo interesante que poner en esta bitácora urbana (o interurbana), dejando atrás a mi gran amor de hoy.
El padre y el hijo hablan, ríen, el hombre escucha lo que le cuenta el niño, y éste parece cansado. Dentro de unos minutos, el padre abrazará a su hijo, jugará con él y le dará un cariñoso beso en la mejilla. Pero antes una persona pulsa el botón de 'parada solicitada', se levanta de su sitio y se acerca a la puerta, preparada para salir a la calle nada más abrirse aquélla. Esa persona es la chica. La del pelo castaño y mi sonrisa tonta. Lucho conmigo mismo para seguir con mi cara de palo mientras ella espera justo frente a mí, a escasos centímetros (demasiado lejos, sin embargo). Con gran esfuerzo logro apartar mi mirada de su cara y su pelo castaño y la dirijo hacia el padre, que le está mirando el culo como si de la final de la Liga de Campeones se tratase. Debatiéndome entre él y mis sueños, consigo con esfuerzo fijarme lo suficiente como para constatar que ni siquiera pestañea. Clavados, sus ojos parecen intentar abarcar algo más grande que un simple trasero, como si quisieran buscar un significado oculto en la parte más abultada de un pantalón vaquero. El culo se baja del bus, dejando en el aire un halo de extraña nostalgia.
Ahora, minutos después, es cuando el padre abraza y besa al hijo. Es una escena bonita, tierna, da gusto ver algo así, distinto de las típicas caras de palo que uno se encuentra cada día. Quizá sea también bonito pensar que, a pesar de todo, a pesar de un trabajo alienante, unos vecinos antipáticos o unas cenas familiares largas y aburridas, la sangre corre por tus venas.